LGTBI ODIO EN LAS HINCHADAS
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El fútbol no solo se construye desde adentro de una cancha; sus seguidores son una pieza clave para entender a la exclusión de jugadores abiertamente homosexuales en el juego. Estos actores representan la mirada desde afuera de la acción en el campo, pero influyen fuertemente sobre este. Varios autores han realizado investigaciones en torno a las hinchadas de distintos equipos de fútbol en Argentina, encontrando entre ellos puntos en común (Cabrera, 2013, Garriga, 2007; Garriga, 2005).
La hinchada para Garriga (2005) se define bajo tres cualidades: la primera es la fidelidad al cuadro del cual son seguidores, sin importar las adversidades siempre estarán presentes; la segunda es el fervor que presentan a lo largo del juego, a pesar de las condiciones desfavorables, estos miembros alientan a su equipo durante el trascurso del partido; la tercera particularidad son las prácticas violentas que realizan. Mantienen la creencia de que por medio de las luchas cuerpo a cuerpo, se encuentran defendiendo el honor y prestigio del club deportivo al que siguen. Estas prácticas violentas mantienen un valor importante y de reconocimiento entre los integrantes de la hinchada.
Las heridas y marcas que dejan en el cuerpo estos enfrentamientos son valoradas como trofeos por los distintos miembros (Garriga, 2007; Garriga 2005). La violencia que permanece en este deporte es naturalizada por sus integrantes como parte del proceso de socialización (Martín & García, 2011)
Archetti, citado por Cabrera (2013), en búsqueda de una explicación para estas prácticas violentas en la Argentina, considera al fútbol como un ritual en el que se busca separar a los verdaderos machos de tres alteridades radicales: las mujeres, los niños y los hombres homosexuales. Menciona Martín y García (2011), que al hacer referencia a la frase ‘el futbol es cosa de machos’ lo que se materializa es la invisibilización de las mujeres, o en mayor medida la de los hombres públicamente homosexuales dentro de este deporte.
Dentro de la hinchada se encuentra la cultura del aguante (Cabrera, 2013), referido como una característica que presentan estos sujetos para tolerar el dolor en los enfrentamientos con los seguidores del cuadro contrario, con la policía e incluso con el consumo abusivo de sustancias.
Para la cultura del aguante, la principal alteridad de la que se deben separar son los putos. Esta definición de puto no solo hace referencia a un rol sexual o una orientación sexual; también abarca a los hombres que presentan una actitud evasiva ante los enfrentamientos violentos. Considerar al puto como homosexual solamente, se consideraría reduccionista en esta cultura.
Para esta cultura los sujetos llamados putos son aquellos seres inferiores que “deben ser simbólica y materialmente poseídos, tomados, penetrados y dominados por la fuerza” (Cabrera, 2013, p. 243). La idea de machos y putos se encuentra establecida dentro de relaciones de poder: ser puto en esta cultura es ser dominado, llegándose a pensar que un hombre que viola a otro no comete una práctica homosexual sino un gesto de poder. Por tal motivo la identidad masculina en este ámbito debe ser definida como heterosexual, al pensarse como opuesto al homosexual-puto (Garriga, 2007).
Esta afirmación de la identidad masculina es puesta en juego continuamente en los cánticos. Por medio de un proceso semántico se intenta desmasculinizar al oponente, simbolizarlos como no-hombres. Esto genera una dicotomía: por un lado, los verdaderos hombres o machos, por el otro los no-hombres o putos, que se simbolizan como sujetos opuestos e inferiores (Cabrera, 2013).
Sin embargo, para Martín y García (2011) existen situaciones de contactos frecuentes homoeróticas entre los integrantes, las cuales son cubiertas por una represión sexual homoerótica, por temor a la perdida de la virilidad y no cumplimiento de los mandatos que se espera para su género.
En este ámbito el único contacto permitido es el violento, constituyéndose como necesario para la construcción de la identidad masculina. La orientación sexual homosexual y las acciones homoeróticas están retiradas del ámbito público en el entorno futbolístico por corromper los arquetipos clásicos que se encuentran en la masculinidad hegemónica dominante de herencia judeo-cristiana.
Archetti, citado por Garriga (2005), menciona que en el espectáculo futbolístico de Argentina, por medio de las canciones y los gritos no solo se pone en juego el prestigio del club, sino que también está en juego la masculinidad de sus participantes. Aquí se desarrolla un espacio estrictamente masculino, en donde se trata de desarrollar un orden, un mundo varonil en la cual la homosexualidad no tiene un valor positivo por ser una de las alteridades de las que se debe diferenciar.
Eric Anderson (Anderson & Kian, 2012) introduce un concepto dentro de este ambiente deportivo: la homohisteria, la cual se entiende como el miedo que presentan los hombres heterosexuales a ser señalados públicamente como homosexuales, manifestándose por medio de un discurso homofóbico
En el estudio (Sport Wales & Stonewall Cymru, 2012) se encontró que el 75% de los integrantes LGB habían escuchado bromas, insultos y canciones con contenido homofóbico. Estos actos no son percibidos como violentos por el entorno deportivo. El abuso homofóbico es desestimado, considerándolo como un simple chiste. La población homosexual entrevistada percibe que este deporte no supone un entorno seguro para poder participar, vivenciando experiencias negativas que terminan con su auto exclusión a pesar de los intereses que presenten.
Jacobo Dayán (2015) hace referencia que en el fútbol mexicano existen una homofobia normalizada. Cuando la FIFA intervino en el reconocido grito de las hinchadas ‘eeeee puto’, luchando contra las acciones homofóbicas, se encontró en los medios de comunicación muchos discursos que discrepaban con tal acción:
…Las justificaciones y razonamientos en torno el grito fueron muchos y muy diversos: “puto significa muchas cosas”, “se hace por diversión”, “no manifiesta homofobia”, “siempre se ha hecho”, “la FIFA no tiene autoridad moral para castigar”…
Más preocupante resultaron estas justificaciones, ya que muestran la normalización de una homofobia estructural. Si no fuera ofensivo, nadie lo gritaría. (Dayán, 2015, p. 88)
El autor agrega que analizar la discriminación que ocurre en el deporte es importante por la relevancia social que presenta en la actualidad, en particular con el fútbol. Menciona que dejó de ser un evento de disfrute familiar para convertirse en un espacio de descarga social, con graves consecuencias violentas.
Dayán, por su parte, afirma que el fútbol, y en esto coincidimos, sigue siendo un espacio para hombres heterosexuales (Dayán, 2015).
Referencias Bibliográficas.
Anderson, E. & Kian, E. (2012). Examining Media Contestation of Masculinity and Head Trauma in the National Football League. Men and Masculinities 15(2), 152-73.
Cabrera, N. (marzo de 2013). Cuerpo, género y clase en las prácticas violentas de una hinchada de fútbol. Question. 1(37), 239-53.
Dayán, J. (2015). Homofobia normalizada em el futbol mexicano. En Casas, Y. (Coord.). Deportes y Discriminación. Recuperado de: http://www.conapred.org.mx/documentos_cedoc/Deportes_WEB_INACCSS.pdf
Garriga, J. (2005). Lomo de macho: Cuerpo, masculinidad y violencia de um grupo de simpatizantes del fútbol. Cuadernos de antropología social, (22), 201-16.
Garriga, J. (febrero de 2007). Entre “machos” y “putos”: estilos masculinos y prácticas violentas de una hinchada de fútbol. Esporte e Sociedade. 2(4), 1-28.
Martín, A. & García, A. (2011). Construyendo la masculinidad: fútbol, violencia e identidad. RIPS. Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, 10() 73-95. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=38021386005
Sport Wales & Stonewall Cymu. (2012). Lesbian, Gay and Bisexual (LGB) People in Sport: Understanding LGB sports participation in Wales. Recuperado de: https://www.stonewall.org.uk/sites/default/files/LGB_people_in_sport.pdf
Lic. Diego W. Gervasini Dini.
Facultad de Psicología, UdelaR. Egresado. Montevideo, Uruguay.